martes, 23 de febrero de 2016


Me siento perdida y sola. Y sinceramente, ya me da igual si me hacen daño, me traicionan o se burlan de mi. A estas alturas solo quiero envolverme en tus brazos y saber que por unos instantes, salí de la realidad.

sábado, 20 de febrero de 2016

Ella no fumaba y aún así me trató como a un cigarro. Me encendió, me consumió y al final me pisoteó.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Realidad.


Siempre he sido de esas personas que tardan en querer a alguien, pero cuando lo hago siempre es de la persona menos indicada.

sábado, 13 de febrero de 2016

Gustarle a la mujer perfecta.

¿Cómo gustarte si rechazas el viento que sopla tu cabello en algunos otoños viejos? La perfección es tan imperfecta como tu sonrisa pero eso es lo que más le gusta a los hombres, ese tarareo a media nota baja dentro del cilindro del quizá, no sé qué puedo hacer para pensar en lo que pueda llamar tu atención más que leer mis libros y hablarte de lo más interesante de cada uno de ellos para no aburrirte en una conversación, tal vez pueda hacerlo diciendo alguna estupidez que te haga reír pero con temor a que me taches de tonto y me ahogues con el hilo rojo que me ahorca debajo de esas uñas afiladas y hermosas.
No sé si es tu aroma natural o el eco de un suspiro en el que puedo olfatear cada que me gritas. Pero... Tal vez siendo más imperfecto como soy, pueda llamar tu atención, siempre y cuando pueda entonar las notas perfectas en tu piel.



martes, 9 de febrero de 2016

La muerte no me llama por mis pantalones sucios.

Me guardo disculpas en un tarro que jamás abrí. Que nadie jamás leyó, excepto yo. Disculpas por ser yo. Por no saber parar a tiempo, cuando la herida sólo escuece.
Yo me enciendo el cigarrillo y lo apago entre las yagas. Escribo perdón y me desentiendo.
Me guardo la culpa en el cajón de las braguitas, la revuelvo y hago que se esconda, que no duela. Dejo a los remordimientos entre los zapatos, a ver si con un poco de suerte los voy pisando y no tengo que hacerme cargo.
Y sin embargo,
duele.
Así que me pregunto qué es eso que hago tan mal para que nunca nada salga bien. Miro por la ventana y saltar me parece la opción más difícil, porque seguro que echo a volar con tal de estropearme la vida. Tú no me entiendes.
Aprieto los dientes y cierro los puños, con la vaga esperanza de que nadie note que estoy a punto de perder la poca cordura que me queda.
Se humedecen mis ojos y las uñas se me clavan con más fuerza sobre la palma de las manos.
No aquí, no ahora.
Siento las miradas cada vez más cerca, cada vez más fijas. Arde. Mi paciencia arde.
Miro con desprecio para que se esfumen mis ahora reprimidas lágrimas.
Vete, no quiero verte.
Y el corazón en carne muerta.
Recojo los trocitos por si acaso.
Mírales, si les ves diles que no fue por mi culpa. Que lo tenía todo bajo control pero me tiré al vació antes de ponerlo en orden.
Esparzo el caos y se encienden las alarmas.
Mis pensamientos se cruzan demasiado rápido y no me da tiempo manejarlos todos. Poner el punto y final. Sacar la conclusión y ponerla sobre la mesa, junto a mis prioridades.
En cambio, lo que hago es cerrar la puerta.
A lo lejos, la solución más práctica.
Un whisky con hielos, por favor.
Definitivamente,
hay gente que no está hecha para la vida.




sábado, 6 de febrero de 2016

Es un desastre, ¿no es así? Como alguien de pronto despierta y decide no hablar contigo más. Sin ninguna razón y sin darte explicaciones. Solo te dejan como si tú, en realidad, no significaras nada para ellos. ¿Pero saben qué es lo que más duele? Que lo hacen parecer tan fácil.