jueves, 31 de diciembre de 2015

Nostalgia.


Nos nos enseñaron a desconfiar de los buenos, y tampoco nos dijeron que ser buena persona no significa portarse bien.

Quería decirte que te echo de menos, que a veces cuando miro al cielo y lo veo revuelto me acuerdo de mis día a tu lado. Que adoro los días grises aunque tú ya no me abrigues y que más tarde que temprano, aprendí a abrigarme yo sola la piel.
Quizá ahora puedo entenderte, y créeme, no es nada fácil. Quiero decirle que no soy yo, que no se ahogue en este charco. Pero a veces necesito que me hablen de mí misma, para no olvidarme.
Supe curarme las heridas sola, a salir porque tú ya no me sacabas. A frenar y mirar más cerca. Me diste más al irte que lo que podrías haberme dado si te hubieras quedado. Y no sé cómo agradecértelo sin besarte hasta las ganas.
Me siento tan libre que a veces necesito realidad para no salirme, yo que siempre he sido de vivir al margen para no torcerme; ahora ya me da igual.
He aprendido que la vida es eso, el momento, y los planes de futuro son sólo para cobardes. Que el pasado enseña más que recrimina, y que el tiempo, a veces amigo del hombre, todo lo deja atrás.
Debí darte las manos. Calmar esta ansiedad. Contarte que he juntado los extremos, que he cerrado los ciclos. Que he aprendido a ser, a secas.
Discúlpame si alguna vez te hice sentir culpable. Que no te lloré a ti, más bien a mis espectativas, y es una lástima que no las cumplieras.
Te habría hecho feliz entre mis manos, que aveces siento lástima por ti. Pero aún así, te quiero.

A veces hablo con la luna porque siempre me acompaña en cada insomnio, y contando el goteo del techo le explico que no todos los caminos conducen a Roma. Y todos hablan de sus ruinas.
Pero nadie sabe que aún en ruinas, sigue siendo bonita. Hablo de mi madre.
Y aunque la luna no me entienda, yo sé que el lobo siempre fue más de los míos. De enseñar los dientes y aullarle a la nostalgia. Por qué tú y por qué yo.
De viajar en solitario, a tientas de que podía volver a encontrarme con tus ojos y perderme. Justo ahora que acabo de encontrarme y no me disgusta lo que veo.
La vida es tan caprichosa, que me parece un asco no creer en el destino. Que tú y yo teníamos que encontrarnos en el sitio menos pensado después de tanto tiempo y que haya sucedido porque mis planes se hayan estropeado. Que de haber cogido otro camino ya te habrías olvidado de mis manos. Y qué bonito fue perderme en un instante en tu sonrisa.
No quiero volver a mentirme,
que he aprendido a salir porque tú ya no me sacas. Que ahora gato mi dinero en otras cosas, que he dejado los vicios y, a quién pretendo engañar.
Está bien: sigo en esto.
Me flipa como todo se derrumba y a nadie parece importarle. Ahora canto para no oírme, para desinhibirme de todo este drama. Acariciando mis muñecas para no cortarlas.
Que sigo queriendo ser la chica de tu baile. La del jazz a las doce de la noche.

Me pregunto en dónde estarás, 
quién te besará ahora las heridas
si lo hace con la misma ternura que yo.
Si has encontrado tu camino, si sigues en la línea de torcerte por las noches.
Yo sigo queriendo ser a medias en tu colchón. Ver amanecer Madrid, porque no importa el despertador.

Dejar de ser la chica triste, que ya aburre.
Encontrar al hombre que no huya de mí y escabullirme por la puerta de atrás.
No estoy hecha para estos trotes.
Quiéreme por encima de tus posibilidades. Sigo siendo la chica de las poesías a medias, por eso de que se desangra a media línea. Fumando en la terraza de cualquier sitio asqueroso.

Sácame a bailar,
baila para mí en la oscuridad.

viernes, 25 de diciembre de 2015

×.


Debe ser eso, que carezco de sentimientos. Que lo vengo avisando de hace tiempo; pero nunca llegué a pensar que fuera tan monstruo.
Que sí, no me importa hacer daño. Que sólo soy sombra, en el lado más oscuro de la luna.
Irónico, ¿no?
Quizá es eso. Que manejo dos caras y no sé cómo controlarlas. Que me arrepiento muy poco y arruino todo. Que soy yo la que duerme bajo la cama. Que soy yo la mala influencia de las que papá y mamá intentan alejarte. Que deberían encerrarme por insana. Proteger el mundo de mis garras. De romper todo lo que toco.
Y sí, quizá exagero un poco. Que al menos conservo un poco de cordura, por eso de que no salgo a la calle y vuelvo con sangre en las manos. Que por lo menos tengo salud, y ni eso.
Que me resguardo bajo mis vicios. Que le canto sonatas de invierno a mis demonios:

"Después de una noche en lucha con el pecado y el insomnio, nada purifica el alma como bañarse en la oración y oír una misa al rayar el día. La oración entonces es también un rocío matinal y la calentura del infierno que se apaga con él. Yo, como he sido una gran pecadora, aprendí esto en los albores de mi vida, y en aquella ocasión, no podía olvidarlo".

Que sí, que tampoco es que esto venga a cuento. Que yo subí a aquel taxi porque Madrid me estaba ardiendo. Que le contaba historias de odio a los folios porque esto de ser horrible por dentro no importa nada cuando eres bonita. Que la gente prefiere amor, pensar que todo es bello. Que nada les aflige. Vivir en su mundo de basura.
Ignorar que la vida es un asco.
Y así vivo yo, ignorando que soy un monstruo. Que arraso con todo aquello que toco, que debería proteger. Que ni siquiera me importa.
Así que cojo el folio como si fuera un arma y aprieto el gatillo.
Total, ser o no ser es algo que ya no recuerdo. Quizá lo fui antaño y ahora me  estoy pudriendo. Que madurar es empezar a pudrirse y a mí ya me están comiendo los gusanos. Que nos les di tiempo a ser mariposas y de haberlo sido alguna vez, las habría quemado. No hay quien viva en esta sombra. La luna ya no me deja aullarla y a mí ya no hay quién me soporte.

jueves, 24 de diciembre de 2015

-Suicidio personal-.


Si miras fijamente, ahí; más allá de tus narices, habrías encontrado mis manos sosteniendo todo lo que tengo, y entregándotelo a ti. -Habrías-.
Si tocas mi pecho, notarás que debajo algo late, fuerte, por ti.
Yo supongo nunca supe lo que era el amor, porque todo el que tenía a mi lado fracasó. Absolutamente todo. Y yo sólo quería un abrazo y un: buenos días. Cuando aparecía por tu puerta y tu me rechazabas.

Y sí, supongo que será amor porque todavía espero que te quedes. Que vuelvas, como siempre. Qu me traigas la calma que te llevaste por -ya no sé ni cuánta vez-.
Y sin embargo, te odio. Porque solo piensas en ti. Porque crees que eres el único con el corazón roto. Porque piensas que no sé cómo se siente estar sola rodeada de gente. Pero cariño, sé lo que es estar sola rodeada de amigos e incluso de familia. Se lo que se siente cuando la gente cree que eres un bicho raro, y te deja a un lado porque... ni siquiera sé porqué.
Y sé lo que es tener el pecho vacío, lo que es pasar una cuchilla sobre las venas, lo que es mezclar pastillas para que todo se acabe. Y dios, sigo aquí.
Y no conocía peor forma de suicidio que la de quedarse contigo. Y quizá si mi vida eres tú, me estoy suicidando.
Pero no lo eres. Yo sólo quería quererte todos los días, que te alegrases de volver a verme, que me leyeras tus poemas y que me abrazases en la cama hasta quedarnos dormidos.
Yo no quería atarte a mí, ni quería regalos de navidad, ni viajes a la playa con tus padres.
Sólo hacerte feliz. Eso era todo lo que yo quería de ti. Ni siquiera miraba por mí. Y tienes el valor de pensar que todo es culpa mía. Que siempre me enfado por tonterías y que no te entiendo.
Bien, pues háblame, pero esta vez, dime algo.
Yo ya no sé si quiero que vuelvas, si quiero que regreses, que te quedes, que me dejes en paz para siempre.
Pero te quiero, tonto. Y te puedo asegurar que ninguna chica va a quererte como yo lo hice, como yo lo hago.
Así que sigue buscando tu alma gemela. Sigue creyendo que es ella la que va a salvarte.
Sigue con tu vida y no me olvides, porque llegará el día en el que te arrepientas de haberme perdido.
Y yo, mientras tanto, prometo cuidarme y ser la chica perfecta que nunca fuí para nadie.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Remember us.

Antes de seguir escribiendo, quería comentarte algo.
Verás, las últimas mil veces que hemos hablado, la cosa ha terminado con una serie de silencios en los que yo digo algo, y después otra cosa para modificarlo, y luego me disculpo en cierto modo, y después lo retiro de cierta manera.
Esto sería divertido si nos basásemos en una escena de Mia Wallace y Vicent Vega; divertido las primeras veces, pero no tendría por qué ser así, porque yo debería ser capaz de marcharme diciéndote: "Que tengas un buen día, ya nos veremos".
Es evidente que me esfuerzo en buscar algo que decir, y después lo justifico entre silencios. Debería dejar de disculparme por ser extremadamente analítica acerca de esto, aunque realmente lo siento (no por ti, sino en un sentido más profundo, ¿sabes? Lamento mi desorden mental y ser quien soy. Hago lo que puedo, menos inyectarme heroína para cambiarlo, pero tengo cierto pánico a las agujas y muy bajo presupuesto).
Es obvio que la dinámica de las relaciones sentimentales nos fascina a ambos, y que los dos pasamos por lo mismo en cierto modo, y cada uno por su parte.
Está claro que me gustas mucho. Pero no de una manera opresiva obsesiva (bueno, puede que sí), sino de la manera que me estoy desviviendo para que formes parte de mi vida, o para averiguar a dónde nos lleva esto.
Semanas antes de conocerte hablaba sobre que sería una novia horrible en este momento de mi vida (y en cualquiera de ellos).
Me siento bien contigo, y me intriga la posibilidad de compartir algo contigo, cierto tipo de preocupaciones con regularidad (Inciso: quería estar contigo, luego me producía una sensación de vacío; que odiabas todas las canciones que a mi me gustaban; y a veces, me aburría tanto que provocaba discusiones con el fin de experimentar la sensación de estar a punto de perderte). Debido a la distancia que recientemente nos separa, esto no va a poder suceder de un modo natural, y debido a que yo soy como soy, me cuesta hacerme a la idea.
Y es por eso que intento averiguar si te veré cuando vuelvas a casa, o si piensas en mí cuando no estoy, o hasta qué punto estás dispuesto a complicarte la vida.
El día que nos conocimos, cuando me dijiste que me reuniese contigo en aquel parque, estaba convencida de que cuando llegase me habrías tomado el pelo y te habrías ido a algún otro sitio. Eres tremendamente impertinente.
Cuando comenzamos a mandarnos mensajes, los míos eran largos y recargados en un intento de demostrarte lo retorsido que era mi sentido del humor y lo mucho que sabía sobre "todo en general". Los tuyos eran breves y en ellos se podían leer nada y todo a la vez, porque siempre tenías la palabra adecuada que decir.
El día que intentaste besarme y yo me hice la difícil (para acabar cambiando los roles), mantuvimos nuestra versión de una amistad hasta que, al final, nos besamos en el parque de aquella urbanización y luego quise comerte a besos en las escaleras que subimos hacía no recuerdo dónde. Me decepcionó lo mucho que sabían a nicotina tus labios y lo callado que te quedabas. Todo esto fue seguido de meses de encuentros que a menudo me ocasionaban quebraderos de cabeza sin sentido.
Pasabas de mí durante semanas y durante ese tiempo bebía y fumaba mientras te odiaba imaginando que vendrías a disculparte y todo volvería a ser el sin sentido de antes.
Y tú estúpida confesión de ser completamente iguales.
Cuando empezamos a hablar más sinceros pensé que aumentaría tu "respeto" hacia mí, pero lo único que conseguía era más tiempo para finalmete volver a escabullirme esperando que nadie me preguntase a dónde iba, porque me vería obligada a mentir.
La última vez que nos besámos, antes de volver a la misma incertidumbre de siempre; pero mi corazón ya no está por la labor, si es que mi corazón lo había estado antes. De haber escrito esto entonces, habría adornado un poco la historia. Habría escrito sobre lo incomprendido que eres y que únicamente estabas trsite, asustado y que te sentías solo. Me habría reído al describir todas las extrañas libertades que dejé que te tomaras conmigo y tu general inmadurez. Antes de entrar a tu casa, siempre me recordaba a mí misma que no era precisamente ahí donde se suponía que tenía que estar, pero las paradas en boxes  están permitidas en la carrera de la vida ¿verdad?
Me consideraba a mí misma una especie de chica privilegiada con baja autoestima que era afortunada por compartir una pequeña parte de tu mundo y sentir que nadie más había entrado en él y que por esa razón no me considerarías una más que se conforma con sus relaciones de aporyo y con sus típicas historietas de amor.
Haríamos como Sid y Nancy y nos negaríamos a sentar la cabeza por el statu quo. Nosotros seríamos "guays".
No siempre fue fácil vivir dentro de mi cerebro.
Aun así, no conseguí entenderlo. Tú estabas ocupado con tus "otras cosas". ¿Por qué seguiría llamándote? Supongo esperaba que cambiases tu manera de ser; que me hablases claro de una vez sobre lo que esperabas de mí, incluso en nuestros peores momentos.
Confieso que, a pesar de sentir curiosidad ante esta nueva dinámica de falta de respeto, en el fondo no quería que todo ocurriese así. Hacía que me sintiera silenciada, sola y como si fuese una persona distinta a la que soy; una sensación que considero el punto más bajo de la misería humana, a la altura de la núseas extremas sin vómitos.
El final nunca llega cuando uno se lo espera. Siempre viene diez pasos después del peor momento, y luego da un giro extraño a la izquierda. No sé, siempre he pensado que los amigos pueden besarse si no se enamoran, a lo Pretty Woman.
El último día me dejaste ser yo misma, después me puse de los nervios esperando una disculpa que nunca llegó.
Creí que era lo bastante lista y lo bastante práctica como para distinguir entre lo que tú me hacías sentir que era y lo que realmete sabía que era.
Creí que era totalemente capaz de ser tratada con una indiferencia que rayaba en el desprecio al tiempo que mantenía una fuerte sensación de amor propio.
Obedecía tus "órdenes", convencida de que podía interpretar este papel al tiempo que protegía ese lugar sagrado dentro de mí que sabía que merecía algo más. Algo diferente. Pero no es así como funciona. Cuando alguien te muestra lo poco que significas para esa persona y tú vuelves a por más, antes de que te des cuenta empezarás a significar poco para ti mismo. Que te traten como basura no es un juego divertido ni nigún experimento intelectual transgresivo. Es algo que aceptas, que consientes y que acabas creyendo que mereces. Y te escribo esto porque supongo que tú has sentido lo mismo; pero yo intenté hacerlo complicado. Me dije a mí misma que yo me lo había buscado. Después de todo, nunca me dijiste que la cosa fuese en serio. Me dejaste claro desde el principio que eras un caso perdido y que decías las cosas como eran; aunque realmente nunca expresaste nada que me diese a entender que no era lo que buscabas. Y siempre volvías. Nunca prometiste que me llamarías.
Pero también creo que, cuando iniciamos una relación íntima, hacemos la promesa humana básica de ser honrados, de ser respetuosos mientras nos exploramos el uno al otro.
¿Cómo es posible que alguien que le importe tanto la justicia social le importen tan poco mis sentimientos?
Lo que quiero decir es, que la vida es un asco, que ya nadie puede fiarse de nadie, pero que yo he demostrado que lo mío no es un capricho de niña pequeña, que puedo llegar a ser insoportable y que no voy a parar hasta obtener una maldita respuesta.

PD: Si no tienes nada que responder, será una especie de justicia poética increíble. Y, sobre todo, siento que este mensaje sea tan poco divertido.
PD1: Cuidado con las taquicardias. Coge aire.

sábado, 5 de diciembre de 2015

La carta.

Me gusta cualquier lugar donde imagino que aparecerás espontáneamente, doblando alguna esquina.
Me gusta pensarte siempre que me lo permito y que dejo de temer al dolor.
Me encantaría escuchar ese tono de voz... tan agradable, dulce, melódico, hasta seductor, interesante.
Ese tono que queda perfecto para adornar todas esas acertadas palabras, donde increíblemente tu hermosa voz es capaz de ir de la mano con tus palabras, digas lo que digas, cuando expresas tu enojo, tus razones, tu filosofía, tu dolor, tu alegría y el placer de tus bromas, y tu música, cuando cantas, amo cuando cantas.
Podría pasarme todo el día hablando de ti, pero nadie podría entender tus maravillas en su totalidad, si no te han tenido como yo te he tenido, si no te conocen como te conozco.
Muy a pesar de lo que creas o no, nunca voy a olvidarte.
He tratado de buscar ese fulgor en algunos otros ojos, intento buscar unos tan hermosos, igual o más hermosos que los tuyos, he buscado tu chispa en muchos colores de ojos, en muchos tamaños y formas, en muchos rostros, y sin importar lo que sean, sin importar la mirada que tenga enfrente y cuán hermosa sea esa, prefiero ver ese par, expresivos, grandes y profundos, aquellos que siempre están hundidos en el cráter delicado de tus ojeras. Ante el solo, me has cautivado mirándome a los ojos, como el color de las nueces. Prefiero mirar la viveza de ellos con sus largas pestañas alrededor, vivaces que parece incluso que están alegres, aunque me consta que por dentro no tienes más luz que una cueva, que creo yo que te recuerdan que tienen vida, más vida aún que la tristeza y la fatiga que se ven de vez en cuando, están vivos, y quién sabrá mejor lo que es vivir que quien le pesa la vida, ¿no lo crees?
Me he vuelto adicta, no a tus ojos solamente, si no a tu cara, a toda tu cara, cuando te veo concentrarte en algo y busco tu perfil para poder observar tu pequeña nariz. Es la nariz más perfecta que he visto tan cerca.
Podría escribirte no una carta, si no un libro, un libro completo donde podría hablar de ti desde el prólogo, hasta el final y aún me quedaían palabras para hacerte una trilogía.
Si pudiera nombrar tus atributos, o lo que más me gusta de ti, no podría resumirlo, porque me gusta todo y todo es muy importante, estoy enamorada incluso de tus defectps, los cuales haces que te queden bien y no me explico cómo logras hacer que a mis ojos, parezcan virtudes.
Me gusta incluso cuando actúas como si fueras feliz, pero más me encanta hacerte sonreír y sin poder evitarlo me contagia tu alegría, es la satisfacción de poder hacerte feliz a ti, hombre sombrío, versátil, quien de un momento pasa de polo a polo, a quien si le mueves algún sentimiento, podrías hacerle explotar. ¡Parece que me encanta perder la paciencia! A veces eres tan tierno. A veces en tus manos se puede sentir el amor... y de tus labios tersos, carnosos y rosas de manera deliciosa, se puede percibir la ternura que aunque no digas nada que despida algún sonido de tus cuerdas vocales, aunque no digas nada te juro que se siente. Cuando tu sonríes y bromeas me haces sentir tan plena, tan tranquila, como si nada malo existiera en mi vida, todo se me olvida y siento que floto.
Es tan extraño. Y de un momento a otro, parece que estoy con el ser mpas indiferente y cruel. Que nunca va a enamorarse como yo de él, por que él es el humano y yo soy el juguete, el objeto, siempre quise que me observaras usar a los demás, porque muy a pesar de ser un objeto, quería ser tu objeto digno, no parecer tan utilizada, no parecer el entretenimiento de el bello niño que tiene mis hilos entre sus dedos y me trata como titere, que actúa como si me amara para confundirme y que siempre esté allí cuando me necesite. Y yo también tengo sentimientos, siempre los tuve, incluso mucho más que tú monstruo, pero a mi nadie me mira, en mi nadie piensa, porque no tengo tu cerebro manipulador e innovador, yo no poseo esa inteligencia tan profunda y atrayente, llena de gracia, una inteligencia que no slo esa capaz de devorar libros y mover un pincel con las manos de una manera precisa y creativa, que parece increíble que los trazos se hayn hecho en tu mente desde el principio. Por eso, yo siempre y para siempre soy y seré la estúpida. La hermosa persona de la qje enamoré, puede hacerme ver como la peor incluso cuando él se está quivocando.
Y esyo terriblemente enamorada, y digo terrible porque es lo que es, es horrible, es un infierno, porque ni siquiera me libero, porque tan solo con sacar un poco de tu, no sé si real o actuado juego de amor, me tienes de nuevo ahí, sobre todo y sobre todas, no importa a cuantos hombres tenga que esquivar para encontrarme de nuevo con tu mirada y tu estrecha cintura, que cuando abrazo me llena de amor al percibir su tamaño y la fragilidad de tu cuerpo.
Te odio.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Me perdí.


Me perdí en sus ojos.
Me perdí en sus labios.
Me perdí en su voz.
Me perdí, si, perdí mi corazón.
Perdí mi paz por él.
Perdí mis limites, y creencias.
Perdí todo por ti, y él nunca cambio nada de sí.
Perdí lo que era, fui lo que él quiso, me perdí a mí.