domingo, 23 de julio de 2017

Casi sin querer.




Nunca debí acostumbrarme a ti, ¿sabes?
A tus mensajes, a tus cosas, a tus fotos, a nuestras charlas antes de dormir.
Y justamente ese era el miedo que tenía cuando te decía el porqué no me gusta demostrar mis sentimientos, porque al final todos se van sin importarles nada y uno es el que se queda con ese vacío enorme. Si sabías cómo iba a terminar todo, ¿por qué nunca me lo advertiste?, si lo hubieras hecho tal vez todo sería diferente.
¿Nunca te importé? Quizás sea cierto.
Me siento como una tonta, porque yo fui la que siempre estuvo ahí, a la que podías contarle tus miedos, tus desafíos y tus alegrías, que a pesar de todo siempre iba a estar, a la que no le importaba la distancia, todo eso me hace sentir como una boba.
Me dueles y mucho.
Y tal vez con esto me doy cuenta de que te quiero mucho más de lo que yo sabía.
No sabes cuánto extraño hablarte, contarte mis cosas, todo...
¿Por qué decidiste esto?
Si era un juego me lo hubieras dicho y así ambos hubiéramos jugado.
Aún tengo la ilusión de que todo vuelva a ser como antes y eso me hace sentir aún más tonta, por estarme imaginando cosas que no van a pasar. Pero supongo que de eso se trata la vida, de dejar ir a quien no quiere quedarse y de aceptar las cosas como son, he aprendido que no hay que obligar a quedarse a nadie que no quiere hacerlo, que hay que apartar lo malo y centrarse en lo bueno... creo.
Pero... ¿sabes? Eso es muy difícil, cuando en verdad lo estás viviendo te das cuenta de lo difícil de todo. Nunca le había rogado a nadie para que se quedase, pero a ti te lo pedí y éste es otro punto que me hace sentirme aún más torpe.
Necesito si quiera por última vez hablarte...

No hay comentarios:

Publicar un comentario