martes, 19 de enero de 2016

Camareros son psicólogos y encima dan de beber.


El bar. Que cierra sus puertas cuando la poli se acerca y te deja quedarte dentro para seguir fumando y bebiendo hasta desgastar el alma. La poca que te queda.
Huir. Pensar que no es lo que quieres para tu alma. Que ya está bastante desgastada. Que habrá que darle un respiro.
Las charlas de un desconocido que cree que me conoce y me dice que no me destroce. Que soy joven y muy bonita. Y yo le digo que se calle. Que no son sus labios los que me dicen para. Que sos sus corazones los que quieren abrazarme. Y yo no estoy para estas tonterías.
No me des la charla, aléjate de mí. Me alegra que te preocupes por mí, pero no me conoces.

El bar, que abre las puertas y se desangran las heridas. Las lágrimas reprimidas en la barra por un amor que no redime. Por una vida que no da tregua. La barra que ha visto de todo y nada calla. Que deja sus manchas de alcohol y tus historias por los suelos. Que ahí fuiste infeliz y allí te metiste tu primer tirito. Tiritar por el frío de Octubre.
Quizá para no vernos las caras de enfermos. Seguir manteniéndonos.
¿Quién eres tú? ¿A quién le importa?

Nacemos solos;
morimos solos.
Y a veces con una nota de auxilio.
Ahora lloráis porque no hay remedio.
Los corazones rotos y las caras falsas.
Bon voyage, por mi parte, nada más.

El bar, que te da envidia con su Jack Daniel's en la barra. Soy demasiado caro para ti, asúmelo.
Ni siquiera tienen alarma. Habrá que conformarse con Heineken.
Ya me he conformado a esta vida, puedo permitírselo a una cerveza.
Los textos enfermizos a las 4:18 de la mañana.
Las despedidas entre líneas de las que nadie habla.

Los: ¿Te has dado cuenta de quién es?
El echar de menos a las cinco de la mañana. Pensar mil veces en llamar. En colgar en el primer tono. Con oculto, claro. Cubrirse las espaldas.
Dejar pasar como si no te importara. No quieres entenderme porque no quiero explicártelo.

No tengas prisa por olvidarme, que siempre soy la que no sonrié detrás de la barra donde nadie la ve. Y en esa, casi, nadie suele fijarse.

No tengas pena por mí;
yo no la tengo por ti.

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