miércoles, 13 de enero de 2016

XXVIII.


Quizá sea demasiado pronto, o quizá sea demasiado tarde para escribirle a algo que ni siquiera existe. O quizá solo quiera adornar las noches que, por culpa de eso que dicen de que la adolescencia es eterna mientras dura, tengo que soportar cada noche.
Bueno, quizá sólo sea eso. Que no sé qué decir. Que el frío también quema y pocas manos han sabido hacerme derretir entre sus dedos. El hielo siempre se hace desde otro estado del que depende, por el contrario jamás podría existir. Quiero decir que hay corazas muy mal hechas a veces, precisamente para que sean destruidas. O para que salir de ellas no duela tanto como lo fue entrar dentro.
Y quizá esto no le importe a nadie nunca y sea cierto eso que dicen de que los artistas tienen demasiada basura en el coco como para dormir por las noches.
He de confesar que da miedo sentirse muerta tanto tiempo por dentro y que, de repente, haya una chispa de vida y que, rayos, para morir siempre hay tiempo.
Bueno, siempre he sido fan de esta frase: "No tengas pena de los muertos, sino de los vivos. Y sobre todo de aquellos que viven sin amor". Y sin embargo me he pasado la vida diciéndole adiós a personas extrañamente bonitas en mi vida. Porque yo me convertí en odio.
¿Sabéis eso que dicen de que amor y tristeza están relacionados? Que si no te hace sufrir, tampoco puede hacerte feliz y qué sencillo parece a veces romperse en pedazos y que a nadie le importe lo frágil que tienen el alma. Nadie escucha jamás los cristales rotos.
Puede que tengan razón y que a veces lo eterno sea efímero, pero dure siempre en la memoria y que envejecer al fin y al cabo sólo sea acumular recuerdos que sólo los poetas y los locos saben dejar no sólo en su memoria donde tarde o temprano morirá.
Y qué bonito es a veces escuchar a Julian Casablancas. Y qué vulnerable se siente mi pequeña guerrera a veces.
¿Cómo fiarse de alguien que te ha fallado tantas veces? Quiero decir que, ¿cómo fiarme de mí?
Puede que quizá haya querido frenar un poco, pararme a ver en vez de mirar. Dejar de buscar y encontrar.
Pequeños detalles que no podía ver a la velocidad en la que mis pensamientos cruzaban por mi mente y que eso de las voces es normal a veces. Las mías. Cállate.
Puede que me guste que sea un tonto cuando me mira y no ve nada, no importa, aún tengo el alma reparándose, no te preocupes. Quizá algún día te abrace y no solo sostengas mi cuerpo. Rélajate y disfruta.
Todo esto es cosa mía.
Y no me importa amanecer contigo en una cama de 90 donde no quepan mis ganas con las tuyas. Que me beses y de vez en cuando digas cosas absurdas, como que me quieres.
Descubrir cada rincón de tus memorias será mi nuevo hobbie por ahora.
Habrá que aprovecharse de que hay miedos que a veces se me olvidan cuando veo tu sonrisa y habrá que callar un poco a los demonios que no me dejan disfrutar de la caída.

He dejado de ser luna.

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