domingo, 18 de junio de 2017

Epitafio: Ya es un poco tarde para flores.


Te quise porque le cambiaste el perfume a la soledad. Te quedaste. La vida se hizo menos dolorosa y más llevadera. Salió el Sol donde hace tiempo reinaba la oscuridad de los poetas más tristes de la historia. Si leía algo lo relacionaba con la melancolía. La felicidad, incluso; qué doloroso era saber que a todos les llegaba pero a mí me tenía siempre en una sala de espera que nunca llegaba a atender. Estaba esclavizada, rindiéndole pleitesía a ese Dios que inventamos para no estar solos. Yo me inventé uno y le puse Sol. Así que Sol tenía la capacidad de llevarme adonde quisiera. La pasaba sola, lloviendo en un rincón. Otras veces hacía que desembocara toda la tristeza que llevaba días o años acumulando. Las depositaba todas en un altar y Sol las recibía. Mis pensamientos se dividían en malos y no tan malos. Sol me los echaba todos en la cara hasta que llegaste. Nunca supe de dónde ni por qué, ni quién te habló de mí, ni cómo fue que coincidimos un día en aquel café. Pero te vi y supe que algún cronómetro, en alguna parte del mundo, comenzó con su cuenta regresiva. Te quise por eso, corazón. "¿Y cuál es tu nombre?", preguntaste. "Soy quien tú quieres que sea", te dije, sabiendo que disponía mi cabeza bajo la guillotina. Mi yo de entonces le dio paso a ésta que soy ahora. No sé en qué momento, pero morí. La cuenta regresiva terminó. Fue la primera vez que desobedecí a Sol y en lugar de ir con él me quedé a tu lado. Contigo comprobé que existe vida después de la muerte.

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