martes, 14 de junio de 2016

En la búsqueda de alguien.


Pasamos la vida entera buscando a alguien que nos encuentre, que nos complemente, alguien que de una u otra forma nos haga sentir seguros, una persona que nos salve de nosotros mismos y nos ayude a huir a toda prisa de nuestros propios demonios; siempre alguien. Consciente o inconsciente, pero siempre estamos en busca de alguien, sin darnos cuenta que esa persona no se busca, no se encuentra, llega. Quizás tarde, quizás temprano, pero al final llega.

En algunas ocasiones nos distraemos tanto en la búsqueda de ése alguien, que nos olvidamos de nosotros, de cuánto valemos, lo que merecemos e incluso olvidamos querernos a nosotros mismos y dejamos de ser conscientes que para lograr querer a alguien y tolerar sus demonios, primero tenemos que empezar por nosotros. Amor propio: le llaman.

Después de todas esas vueltas en el columpio intentando encontrar a alguien, creemos que por fin ya hemos encontrado a ése alguien y entonces nos sentimoss dichosos, nos entregamos por completo. En el peor de los casos, nuestro mundo entero empieza a girar en torno a ésa persona, no pensamos en finales, se nos olvida que existe  el punto y final y le damos vida entera a los puntos suspensivos, por alguna extraña razón. Y el día menos pensado, en el ocaso de nuestras lágrimas, acaba. Y lo que es lógico, uno piensa que el mundo entero se acaba junto a esa ruptura, sin darnos cuenta que hay finales que son bonitos comienzos.

Con el pasar de los días uno comprende que no está mal volar, siempre y cuando sea con la persona adecuada, que es bonito echar raíces mientras sea en el cielo correcto y uno aprende a no esperar sino a dejar que la vida lo sorprenda.



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